sábado, 31 de octubre de 2009

Padilla sin verso/ Federico Arnás


Por Federico Arnás

Padilla no inspira a los poetas. Su aguerrida forma de ir al frente, esa sonrisa sufrida del que le pone buena cara a los toros con mala cara, ese pecho descubierto, las patillas de hacha, los cites que salen de los pulmones del miedo, no tienen verso. Padilla no se lía el capote, se ciñe un vestido que a veces parecen las paredes de un restaurante chino y hasta se cala una montera decimonónica para aguantar la guase de que parece Mickey Mouse. Lo hace Esplá y cantarían su gusto por desempolvar las láminas de La Lidia, pero si es Padilla el que se disfraza del ayer le tildan de "grasioso". Él debe estar anestesiado de todo y orgulloso de seguir en la brecha cada vez que un espejo le recuerda que la muerte le lanzó dardos al cuerpo, algunos para quedar muy cerca de la diana. Pero a mí Padilla me parece un bueno torero y a veces hasta muy bueno.

Me encantó en la miurada de Sevilla. Gocé en Valencia con su capote enganchado a un "adolfo" con tres medias que las firma su amigo Morante y le caen un soneto. Le he contemplado tirando con cintura, brazo y ritmo de un gran "victorino" en San Sebastián y le he reconocido hace unos días en Bilbao cuando desplegaba un magisterio nada exhibicionista, íntimo, acompasado y sabio. Un toro con sus problemas al que pulió, educó, dio el sitio que pedía, le ganó la acción en su momento y le echó vuelos de izquierda con su porte. Antes un capote bien tirado por abajo y un tercio de banderillas puro. Esos palos los clava cualquiera de los de plata y las crónicas cantarían sus excelencias. Pero elogiar a Padilla puede resultar sospechoso. Hubo unos cuantos pañuelos que sumados eran minoría porque no deben ser de buen aficionado pedirle la oreja no vaya a ser que piensen mal los entendidos. Ya les digo, Padilla no tiene poetas que le escriban ni crónicas que le canten. No vende, no es políticamente correcto decir que El Ciclón también puede soplar brisa reconfortante.

Hay un Padilla de largas cambiadas, galleos, chicuelinas, faroles, pares al violín, rodillazos, desplantes... Ese me gusta menos y a veces hasta me disgusta. Pero con el paso de los años fluye con más asiduidad el otro, el bueno, el qu ea lo sumo llaman buen profesionale, ese halaog que en el toreo no tiene tanto de alabanza como de sibilina crítica. Le mete mano a los de Miura, tore muy bien a los buenos "victorinos", entiende a las alimañas y se mueve con admirable soltura en el trapecia de esas corridas que le arrancan jirones al valor. Lo mismo le ves citar en la puerta e chiqueros para sortear un misil astifino que le mece los brazos a un toro que pida que lo acunen. Y cuando llega la hora de la espada es de los que se va detrás de los gavilanes.

A J.J.P. le han sobrado gestos a destiempo, voces alteradas, chalecos desabrochados, y vulgaridades cuando el toro no eera tan vulgar. Un camino corto cuando él puede exhibir un toreo largo. Está bien que le censuren lo más accesorio y teatral de su tauromaquia, pero e parece injusto que ahora que está realizando una temporada muy seria no le caiga ningún titular no vaya a pensar que al autor de la crónica le gusta el Ciclón de Jeréz. Capaz de hacer el paseillo con los puntos de las cornadas sin cerrar o con la espalda molida como en Vista Alegre sin un gesto que invite a la compasión. A Padilla lo pones en la primera línea de la pélícula 300 y sale con más de una oreja cortada.

El variado muestrario del catáloog Matilla reúne la veterana clase de un Finito que ya sólo espera a su toro, el espectáculo asegurado de El Fandi, el empaque vestido de un Manzanares que apura el último tranco de la novedad y el patito feo de Padilla, siempre dispuesto a meterle el diente a la carne más dura. Y ahí está, sobreviviendo y creciendo con 36 años en la piel, 15 de alternativa, no sé cuántas heridas y cerca de 700 corridas en la hoja de ruta. Y vaya corridas... es como si J.J.P. en lugar de Juan José Padilla quisiera decir: ¡Joder, Juan, Pelea!.

Me gustaría que antes de que se vaya haga las paces con Madrid, porque su fondo lidiador debe ener un espacio de reconocimiento ahí donde casi todo es cuesta arriba. Si lo hace espero que no le guarden renconr por haberle sonreido con guasita al 7. Un día El Fundi les dio la espalda y ahora le tocan las palmas aunque la reocnciliación ha tardado tant que casi se eterniza el divorcio de una parejadestinada a entenderse. No todos los buenos toreros tienen poetas, Por ejemplo, Padilla, que a lo sumo es un verso suelto.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Sobre Le coq y la hierbabuena/ De purísima y oro


Por depurisimayoro.blogspot.com

Las tardes comienzan de mañana, la línea blanca del tren y el aire íntimo de las estaciones en sábado. Nos reunimos los supervivientes de aquella isla de de infancia y pasado. Nos queman los recuerdos claro; los vemos venir de lejos con ese sonido de campana lejana. Y esta compañía es hielo para estas quemaduras del tiempo. Mirándonos sabemos que las verdes praderas, los días Mojados, la ciudad y sus fuentes doradas existieron. Porque Padova fue un tiempo de éxito y una barra de café y mediodía, una vida de noches y licores, de niños que nacían y mujeres que esperaban que aquel champan se apaciguara con el devenir de los placeres y los días.
Bajar la calle de Alcalá con una copa vasta en la mano, mimando la ginebra, no dejaba de ser un homenaje de aquel tiempo. Flotaba por eso la hierbabuena en este día 3 de octubre del año no sé cuántos después de los Príncipes de la fuente dorada. El tiempo no importa. Importa que perdura el azul de aquellos ojos y la hierbabuena tiene el mismo perfume de vida, la misma mirada verde para ver esta reina de ladrillo que embelesa Madrid.
Si Napoleón hubiera mandado un soldado valiente a conquistar Madrid, ese hubiera sido Castella, vestido de azul pavo, con esa línea sobre la taleguilla tan Robertodomínguez. Nada que ver con Napoleón, Castella es un látigo de mimbre con una izquierda de borgoña. Barrió Madrid esta muleta roja, azul y blanca y dibujó una trinchera eléctrica apasionada que fue rotunda conquista para Madrid. Castella tiene ese punto de sazón del éxito y una fórmula muletera pensada desde la habitación del hotel, una muleta asimétrica que pasa del toreo fundamental al espejo Ojedista. A veces tanto vaivén me saca del tiempo hermético de la faena. Aparicio tan de negro corrió más de lo que quiso y se buscó la indulgencia del pasado en una media con sabor, entre pitos, bronca y nubes negras como el azabache. Es algo indigno vivir de aquel pasado de Alcurrucén y embrujo. Es mejor guardar aquello en las dobleces de un pañuelo blanco. Aquel día que Aparicio inventó un lugar propio entre la distancia y el embrujo.

Las tardes acaban de noche con el atardecer de Madrid, un toro que todavía embiste bravo por calle y quiere seguir la estela blanca de los taxís. El latido de su asfalto, cuatro herederos que no olvidan la herencia de la memoria, el comienzo del mar; luego los besos de la despedida y con la velocidad de un tren que aún tiene una niebla de Montecristo sobre las fotografías de toreros y habitaciones de hotel. La luz de una cerilla que ilumina en penumbra la habitación mientras Morante de la Puebla, prende una habano, que es como prender el buen bajío y la ilusión, esa misma ilusión que traíamos nosotros en ver hoy un cielo de capote rosa: pero hoy llegó tarde el barco que cruzaba el océano desde Puerto Rico hasta el atraque de esta Monumental.

martes, 13 de octubre de 2009

La poesía/ Antonio Caballero


Por Antonio Caballero
Revista 6toros6 No. 789, agosto 2009.

Parece ser que están filmando en California una película sobre una torera lesbiana. Y en una entrevista cuenta la actriz protagonista que lo más difícil para ella no fueron las escenas de sexo (a estas alturas, hasta el Dalai Lama...), ni los desnudos (si son exigencia del guión…), sino “aprender a torear”. Al llegar a este punto de las declaraciones de la artista me detuve, estupefacto. ¡Ah! ¿Es que se puede aprender?

La señorita en cuestión dice que sí, y que lo único que hace falta para eso es atreverse.

No sé. No estoy seguro. Me parece a mí que no. Una vez un excelente aficionado (taurino, por supuesto: es la única palabra que nos pertenece de verdad sólo a nosotros) me dio a leer unos poemas de su propia cosecha (taurinos, por supuesto). Palidecí. Pero en fin, los leí de cabo a rabo. Cuando iba por la tercera o cuarta estrofa me acordé de la anécdota de un malhumorado crítico a quien un poeta entusiasta le había pedido su opinión sincera sobre cuál era mejor de sus poemas que había compuesto. El crítico le echó una ojeada al primero y dijo sin vacilar:

-Es mejor el otro.

De la docena que a mí me tocó leer no era mejor ninguno. Con precaución, con dulzura, como quien el habla a un amigo gravemente enfermo, se lo dije al poeta. Y alegó en su defensa:

-¡Pero si son taurinos!

Sí, sí: por supuesto. Pero no eran poemas. Quiero decir que no eran poesía. Los aficionados (a los toros, por supuesto) tienden a creer que lo sublime de su adicción basta para ennoblecer todo lo que al respecto les salga de los cojones: pasodobles, cuarteles de feria, estatuas de toreros, fotos, crónicas, elegías. Y no es así. Se trata de un error antiguo, es cierto: en él cayeron los maestros de la retórica clásica, que juzgaban la calidad de una obra artística a la luz de la elevación de su tema. Y no es así. El arte no está en el tema. Va, por ejemplo, Sánchez Cotán, y en vez de pintar una escena edificante tomada de la Historia Sagrada pinta un bodegón con un repollo y un nabo. O le escribe a Quevedo una elegía en endecasílabos al ojo del culo. La cosa es al revés: los temas “pintorescos” no suelen ser buenos temas pictóricos, y por añadidura en general son cursis. Y los temas “poéticos” producen mala poesía, salvo cuando quien los trata es un poeta de verdad: y de esos sólo hay uno o dos en cada generación y en cada lengua. Góngora, pongamos por caso, es capaz de hacer maravillas con recursos tan ostentosamente “poéticos” que parecen de caricatura, como pueden ser un clavel, la aurora, el seno:

Caído se lo ha un clavel
hoy a la aurora del seno…

Pero déle usted los mismos elementos a uno que no sea Góngora, digamos a Julio Iglesias, y a ver qué pasa.

Con lo cual vuelvo a los poemas taurinos de mi amigo el aficionado, y a las declaraciones de la actriz de cine que aprendió a torear para representar a una torera lesbiana. En todos los casos el problema es el mismo. Es necesario atreverse a ser poeta para ser poeta, y es necesario también atreverse a torear para ser torero. Pero no basta con atreverse.

Un gran poeta, Rainer María Rilke –uno que, con todo y ser alemán, una vez se atrevió a escribir un poema taurino nada menos que en Ronda- dio un consejo sabio en sus “Cartas a un joven poeta”:

- Si no es absolutamente necesario, no escribas.

A mi amigo el aficionado poeta, o poeta aficionado, le cité el consejo de Rilke. Se lo tomó muy en serio conmigo. Y ahora pinta.

domingo, 11 de octubre de 2009

Cómo ver una corrida de toros/ Gregorio Corrochano


Por Gregorio Corrochano

Para ver una corrida de toros, es condición indispensable no perder de vista al toro. Es muy importante lo que hace el toro. Donde está el toro, está la corrida. el que sólo mira al torero, ve la mitad. Hay que mirar al toro y al torero, pero primero al toro. Todo gira en el ruedo alrededor del toro. Por él dictó la experiencia de los grandes maestros las reglas de la Tauromaquia, que son las leyes de la gravitación del toreo. El toro, no solamente es el protagonista, es el objeto del espectáculo. El espectador que distrae su vista del toro, en aquel instante deja de ver la corrida. Al mirar al toro, no solamente vemos lo que hace el toro, sino lo que hacen con él los toreros. Y relacionando lo que hace el toro y la intervención del torero, que esto es la corrida, juzgamos. Acabamos de definir la lidia. La posibilidad del toreo, la da el toro. Y de esto depende el conocimiento del espectador.

No olvidemos esta premisa: el toreo es función del toro.El estado del toro no es fácil verlo, suele ser confuso, lo que da lugar con frecuencia a desacuerdo en la interpretación del toreo. El toro unas veces trae resabios adquiridos en el campo por causas varias, que no vamos ahora a analizar; otras veces los adquiere durante la lidia. Si sale con resabios visibles, toda la lidia debe orientarse a corregirlos; se podrá o no, pero debe intentarse. Si no manifiesta resabios en los primeros momentos, toda la lidia debe orientarse a evitar los resabios de una lidia equivocada; a que no “aprenda”, como dice el público, y dice bien, porque los toros “aprenden”. No olvidemos, que todo lo que se hace con el toro es burla molesta, y esto contribuye a desarrollar su instinto defensivo, “aprende” a defenderse. La bravura es el grado superlativo del instinto. El toro no acomete por comer, acomete para defenderse, embiste en defensa propia a lo que teme y tiene más cerca de los ojos. El aprovechamiento de esta condición, única de esta fiera, es la fuente del toreo.

La bravura del toro tiene un gran parecido con el valor del torero. Porque si el toro defiende su temor al hombre que le hostiga y le hiere, acometiendo con bravura, el torero tranquiliza su miedo toreando valerosamente. Sus dos miedos se encuentran, se retan y chocan, el miedo del toro bravo al torero, y el miedo del torero valiente al toro. Este acoplamiento de bravura y valor, al enfrentarse, y temerse, hace posible la maravilla del toreo. El toro abanto que sale huído buscando una salida, y al no encontrarla se para, y se crece al castigo, es un caso tipo de la bravura como recurso del instinto.El toreo tiene su explicación en el movimiento geométrico de dos líneas: una vertical, que es el torero, y otra horizontal, que es el toro. En tanto la línea vertical gira sobre sí misma sin variar de punto de apoyo en el suelo, la línea horizontal tiene que trasladarse, haciendo un recorrido para ir y otro para volver. En aprovechar todo este tiempo empleado por el toro en embestir y revolverse, en ir y venir, que por rápido que parezca, es lento si se compara con el giro del torero, está basada la defensa del torero y la posibilidad del toreo. En esta sencilla lección de geometría nace toda la difícil teoría del arte de los toros.

La bravura, más o menos desarrollada, y más o menos sostenida, es la que sufre cambios, se modifica por el castigo y por los incidentes de la lidia, y a ello deben estar muy atentos, el torero que se enfrenta al toro, y el público que tiene que estimar lo que hace el torero. El error, al primero puede serle fatal; la ceguera del segundo le lleva a la incomprensión o a la injusticia. Aunque no fuera nada más que por esto, la atención al toro la considero capital.De aquí se deduce: que hay que lidiar los toros, que hay que saber lidiarlos y que la lidia es fundamental en la corrida, tan fundamental que da nombre a la condición del toro: toro de lidia. Un toro mal lidiado es un drama donde ninguno sabe su papel. A veces ni el toro. Hacemos hincapié en esto, porque es frecuente en la afición novata entender por lidia: esfuerzo, vulgaridad, trabajo de trotarruedos, toreo de gañanía, torpeza. Lo torpe es entender así la lidia, que es finura de observación, vista, inteligente conocimiento de las reses, facilidad de adaptación, dominio del toro y del toreo. Un gran lidiador es siempre un gran torero, con raíces clásicas, aunque se permita, por las circunstancias, licencias modernas y personales. Si no sé cómo es el toro, no sé cómo es el torero. Si el toro es pastueño, boyante, tranquilo, que se queda donde le dejan, y cuando le llaman va, que deja colocarse tranquilamente al torero, de los que por su bondad extremada, se le compara en las viejas revistas con “una hermana de la caridad”, no con falta de respeto a la hermana, sino como término de comparación inigualable de bondad en bárbara pero expresiva metáfora, entonces, todo lo que se haga con este toro tiene una importancia artística y estética en al que hay que dar su parte al toro, que ayuda y no es peligroso. Este toro tiene la bravura precisa para no parecer manso, para pasar por bravo y dejarse torear.
Si el toro es de bravura revoltosa, que cuando pierde el engaño se vuelve rápido en su busca, y se “come la muleta”, y no deja entrar al torero en su terreno, es intolerable al cite, y de bravura agresiva, todo lo que se haga con este toro hay que apuntárselo al valor, al conocimiento y al dominio del torero. Este toro es verdaderamente bravo de raza. Es peligroso. Hay que saberle torear para no invertir los términos, y que sea el toro el que toree al torero, lo que he visto muchas veces.

Los toros mansos si no son de sentido, no tienen ninguna importancia; si se saben torear son muy lucidos, por contraste, porque el público no espera nada. Si son de sentido, hace falta un torero y un hombre.

Por el estado del toro, por la condición del toro se debe medir al torero. ¿Ese lance es precioso? ¿Cómo es el toro? ¿Esa faena es buena? ¿Cómo era el toro? ¿El toro rueda de la estocada? ¿Cómo entró y dónde dejó el estoque, en las agujas o en los bajos?

jueves, 1 de octubre de 2009

"Las culturas se deben respetar"



“Las culturas se deben respetar” (New York Times)
Tomado de http://www.burladero.com/


El diario The New York Times publica, su sección de arte, un amplísimo trabajo dedicado a los festejos taurinos del pasado fin de semana en Barcelona y a la repercusión de la iniciativa legislativa popular que se debatirá en el Parlamento. El reportaje, firmado por el crítico de arte del diario, Michael Kimmelman, aborda todos los puntos de vista.
El autor asegura que "José Tomás todavía atrae multitudes. Para los aficionados es la última y mejor esperanza para el toreo, como se llama la tauromaquia. Solitario, es un torero de la intrepidez sobrenatural y tranquila, llena de historia y misterio, que se retiró en 2002, a los 27 años y la altura de su fama, sólo para regresar de forma inesperada cinco años más tarde en Barcelona para lo que resultó la primera vez en veinte años que se vendieron los 19.000 asientos de la Plaza Monumental"
Kimmelman hace un análisis de la situación actual: "En los últimos tres decenios, la disminución de interés entre los jóvenes catalanes se ha combinado con la presión de los defensores de los derechos de los animales y de los nacionalistas catalanes a paralizar toreo en Cataluña. En las cuatro provincias de la región se han cerrado plazas de toros; Barcelona es la única que sigue activa".
Sin embargo, no siempre fue así: "Lo que está claro es que durante los primeros años del siglo pasado, en Barcelona había no menos de tres plazas de toros. Es la meca de los aficionados. Hubo más corridas aquí desde la década de 1920 hasta la década de 1960 que en cualquier otra ciudad española".
Michael explica en el diario más importante del mundo que "el toreo es una cuestión de patrimonio cultural español, dicen los aficionados. Europa podría unirse en torno a intereses comunes sociales y económicos, pero las culturas nacionales deben ser respetadas, y el toreo representa la diversidad cultural".

'Europa es cada vez más grande y Barcelona más pequeña'

En el reportaje se ofrecen también testimonios. Uno de ellos es el del escritor Robert Elms, británico especializado en viajes, quien asegura que "en un momento en que Europa es cada vez más grande y más multicultural, Barcelona es cada vez más pequeña y catalana. Es la vanidad, esa es la única palabra".

Vanity habla de una cultura de la inseguridad nacionalista "La posible prohibición es similar a una ley aquí que requiere a los escolares a recibir la mayor parte de su educación en catalán, no español".
También se ofrecen testomios de Paco March, crítico taurino de La Vanguardia, quien confiesa que los compañeros de su hija, de 15 años, la llaman fascista porque tiene una foto con un torero pegada en su cuaderno. "Siento rabia que en nombre de la democracia -explica March- una minoría de opositores del toreo podría borrar los derechos de otra minoría, los aficionados, que están disfrutando de lo que hay en este país, un espectáculo legal que expresa verdades profundas sobre la vida y la muerte llevados a sus extremos. "

March concluye asegurando que "queremos ser diferentes del resto de España por no matar a los toros", dijo. "Pero sólo estamos matando a nuestra propia cultura".
Pase lo que pase en la tramitación en el Parlamento, el Kimmelman explica con claridad que "sería un error concluir que el fin de las corridas de toros aquí anuncia su prohibición en toda España. Esta es una presión que España siempre ha resistido desde el Parlamento Europeo y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para poner fin al toreo. ¿Qué le pondrá fin, en todo caso, la indiferencia pública, la competencia más barata de entretenimiento como el fútbol y los juegos de vídeo o el paso de una generación de aficionados?".